Serpiente
eterna en ascua, el cuerpo grita escamas
de reptil
estropeado, con cáncer en adagio
que peregrina
la piel y padece entre bramas
la obsesión
por regenerar con caricias al contagio.
Cefaloma besando,
boa dañando maligna
mientras los
senos oprimen el deseo, el dolor
de
implorar manos palpando en labor fidedigna
la
resequedad del cutis y la aflicción de su color.
Va, se
arrastra, se incendia, con veneno abrazador
se condena
a extirpar la pasión y perder el tacto
hasta orillar
las caderas de la culebra al fragor
cuando
sea insoluble magrear la figura en actos.
Repulsiva
lisonja, desdén al áspid de tocar
se
lamenta bajo las obscuras mantas del furor
fría, se
encuentra, víbora sedienta de rozar
la nueva y
bella tez que acaricia sin pudor.
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