Al besarte mía, vesania
retumbaron todos los latidos
donde la noche era ausente.
Salía por mis poros, vacía
con el cuerpo desestructurado
y los deseos impacientes.
A mis ojos venía, bravía
para romper a los caminos
sobre la piel de un demente.
Lucía desnuda en demencia
que florecía a todos los fuegos
cuando el clavel era excitante.
Así en el amanecer, yacían
agitados, turbios, alienados...
mis delirios ya inclementes.
Después de la sentencia fría
fue la locura mi infeliz destino
por caminar mis días sin poseerte.
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