Como aquende llegué, desorientado
y de cómo hacerlo bien sin clara idea.
Me ha arrastrado, sin querer, la marea
¡Ese fue mi único fatal pecado!
Como cuando porfié a fracasado
ignoré de los motivos cuanto sea
y aunque opine lo contrario quién me vea
considero tenerlo superado.
De cuento de calleja persuadido
vacunado de la fiebre del oro
por afanosa senda he proseguido
arribando a buen puerto con decoro.
Con realismo miro hoy lo vivido
¡No engañarme es mi más útil tesoro!
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