No hay
principio, no hay fin en tu filosofía
solo
existe vestigios del reloj, marcando los años
que
consagra la verdad relativa, de mi vida.
Detesto y
abrazo la real arena, de tu clepsidra
cuando
caminas como caracol, en insoportables lapsos
y cuando
caes hecho rayo, en mi instantánea fotografía.
La
sonoridad del implacable cronometro, es subjetiva
empero todos
conocemos el cruel látigo, de los minutos
del
transcurso de las acciones, sin perdón en cada día.
Se finalizan
los intervalos y se marchitan las gardenias
con las
grietas de la despreciada era, de la senectud
al
momento de romperse el espejo, cortando mi lozanía.
Agradezco
al cronógrafo, por el sentido de las manecillas
jamás va
ir al revés, siempre voy a florecer en madurez
porque el ciclo del dextrógiro, regala sabiduría.
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