EL DESPERTAR DE LA ORQUÍDEA

Montañas de ocre verdoso exorbitante
contemplaron la ceguera vista
de una rapsoda inerte.

Dio el cielo libre, cobalto e interminable
luz adentro del resurgimiento cesante
con la naturaleza en pleno beso.

Bajo las sombras y cobijo del prado
frágil fortaleza se reencarnaba
por el céfiro, bella renacía

Enardecía calmado, como espejo, el rio
era la nueva vida con piedras y paz
sonando sereno sin sosegar.

Pajaritos multicolores, ahora protectores
acompañan al aliado capullo solitario
que rebrota en el edén, en campo.

Ergo, sutil, la eterna flor efímera aún titila
con pétalos magentas hace poesía
para dar un clavel al fresco día.

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