Ardía la
noche
vivaz y estridente
bajo
abriles truenos.
Noctívagos
gritos
revelaban
el fuego
por
escapar turbados.
Lágrimas protegían
a noctambulo
corazón
que reñía
con las venas.
Pasos en obscuridad
dio ruegos,
imploración
al cielo,
acunar a su hijo.
Velada de
cien años
lamentaba,
no aguantó
la lumbre
de la mocedad.
Crespúsculo
materno
hoy,
descansa su amor
el retoño
inmóvil sueña, ya.
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