Si las
guerras tuvieran armas de mujer
sus
batallones serian cargados con putas.
Centelleantes
son sus senos
dilucidando
las espadas
de los
insulsos excitados
bajo el
sudor cruel en batalla.
Dejan
anublar a los besos
que combaten
por alhajas
sin dar
lastima a los plebeyos
con el
poder de sus vulvas soberanas.
De
diamante son los deseos
y de oro
cubren sus aposentos
para
irradiar malicia en los falos
de bastardos
pretendiendo agrados.
Y conquistan
las estratagemas
por la
desnudez despiadada
sobre la
piel ambiciosa y amarga
de una
reina devoradora enjoyada.
Es la expugnación
de las furcias
en oblación
a las coronas imbuidas
por ser féminas
de potestades dementes
y almas
recias cuando al tocar vencen.
Si las camas
develarían sus derrotas
los hombres
putearan en perdición de dama.
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