Ying y
yang cercenado con dao amargo
en
maldita pendencia de la muralla,
bajo
cruel y mezquino filo, morimos
de la
dinastía que petrifica el corazón
cuando
llora esta reyerta nuestra distancia.
Mi piel
se ha quedado velando la estatua
en lamento
y añoro por mi horquilla ser
cobre,
zafiros y plata enjoyando cultos
a la
pasión de dos cuerpos en sagrada opera.
Ahora la
soledad riñe contra el tatuaje
de las
caricias con tinta del deseo,
pero soy
porcelana en plena protección
de la
danza del dragón besando mi espalda.
Mis
quimonos están en deceso
ya no se
abaniquea mi belleza
si bien,
nuestro Ming ha sido aislado
yo estaré
aquí, amándote, marcial eterno.
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